“En Estados Unidos es más fácil hablar de sexo y dinero que hablar del poder”. (Jeffrey Pfeffer).

Como entender y gestionar espacios de Poder.


Elegí este tema en parte por las consecuencias que esta distinción tiene en la vida cotidiana de las personas y, principalmente, porque he observado que las personas no son enteramente conscientes de dichas consecuencias y, más aún, porque existe menos conciencia de que el poder no es algo estático que está allí como escrito en piedra, inamovible, sino que, por el contrario, es un fenómeno dinámico, es algo que podemos modificar. Más aún, es un fenómeno sobre el cual podemos diseñar y por lo mismo, podemos construir poder y cambiar las relaciones de poder en un escenario dado y con ello cambiar nuestras posibilidades en dicho escenario… si somos capaces de jugar activamente dentro de este juego y no ser meramente un observador pasivo de los juegos de poder.

En primer lugar, me gustaría especificar desde dónde voy a hablarles de poder, puesto que este tema ha sido tratado por diversos autores y cada uno de ellos habla desde disciplinas que portan distinciones que son coherentes con una manera de mirar el mundo. En mi caso, voy a hablarles principalmente desde el marco que provee la ontología del lenguaje (Rafael Echeverría, 1994), que postula al lenguaje como generador de acción y de realidad, donde cada persona es un observador particular del mundo, a partir de portar un conjunto de distinciones, paradigmas, creencias, emociones y estados de ánimo que lo constituyen y lo determinan como observador particular del mundo. La principal razón de usar este marco interpretativo es porque a mi juicio cumple dos objetivos que son de mi interés incluir: aplica bien en el mundo de la gestión (hacer finalmente que las cosas pasen) y, este marco permite mirar el poder como un fenómeno dinámico, es decir que alguien que tenga poder en un momento, podría no tenerlo (perderlo) en otro momento y viceversa. Así, dentro de este marco, el fenómeno del poder aparece como un espacio dinámico y abierto al diseño, lo que permite generar contextos para desarrollar (o destruir) poder y también para regular su uso. Vamos por partes.

Distinguiré Poder siguiendo a Echeverría como capacidad diferencial de acción, como juicio de un observador, o bien, siguiendo a Pfeffer, como la capacidad de logro, es decir, de proveer los resultados esperados o deseados. También, el poder podemos entenderlo como la capacidad de ofrecer consecuencias.

Bajo esta distinción, relacionarse con el poder tiene que ver con nuestra capacidad de gestionar los juicios de poder que hace una comunidad respecto de mis capacidades y también con la capacidad de administrar las consecuencias que se derivan de esos juicios.

El poder es un recurso escaso y por lo mismo valioso, pues nos permite realizar los cambios que nos proponemos sacar adelante. Por esta razón, requerimos desarrollar poder, pues esto define lo que es posible y lo que no lo es, para una persona, organización o equipo de trabajo.

Lo de diferencial hace referencia a la característica de discriminalidad del poder, es decir, al hecho de que no todos tienen la misma capacidad de acción. En este contexto, una entidad o persona se evalúa como poderosa (o no) cuando se compara con otra entidad. Por ejemplo, a juicio de muchos, la dupla Alexis Sánchez-Arturo Vidal es la dupla más poderosa de la actual selección, comparada con otras duplas en el dominio del fútbol.

Ligado al ejemplo anterior y muy importante de profundizar, es el hecho que en este marco, el poder es visto como un juicio que hace un observador respecto del poder de una persona o entidad respecto de otra. Al ser un juicio, implica una serie de atributos y características que conviene revisar para entender e incorporar cómo opera el poder y cómo podemos incorporar algunas prácticas que me permitan gestionar de mejor manera en algunos propósitos que quisiera desarrollar en la vida.

«…relacionarse con el poder tiene que ver con nuestra capacidad de gestionar los juicios de poder que hace una comunidad respecto de mis capacidades y también con la capacidad de administrar las consecuencias que se derivan de esos juicios.”

El poder como juicio tiene una serie de atributos que conviene revisar:

• Lo primero, el juicio de poder afecta el espacio de posibilidades. Por ejemplo, si busco trabajo y el encargado de seleccionar piensa que hay dos candidatos mejores que yo para el trabajo, mis posibilidades son bajas.

• El poder depende del observador, así, es posible que distintos observadores tengan juicios distintos del poder que tiene una persona. Siguiendo el ejemplo anterior, al final quedé en el trabajo, porque quedé en la terna y en la entrevista personal, el Jefe que definió el cargo evaluó que yo era el más preparado.

• El poder (y sus consecuencias) puede ser un juicio fundado o infundado. Por ejemplo, «no tengo título profesional de mecánico de motos» y no me contratan las empresas porque no paso el primer filtro de los papeles, pero es un juicio infundado porque trabajo en el taller de mi papá desde los 10 años y conozco la teoría y la práctica de la mecánica de motos.

• Los juicios, y el poder, son válidos en dominios. Esto significa que hay ámbitos (dominios) en los que yo puedo o no tener poder. A modo de ejemplo, el Jefe puede definir la manera de hacer el trabajo en la oficina; pero en mi casa, lo defino yo, es más, puede que no le dé ninguna autoridad a mi Jefe para definir la manera de realizar el trabajo de mi casa.

• En los juicios lo que está en juego es la autoridad. Esto es clave en el poder, porque uno le da poder al otro cuando le da autoridad y eso tiene consecuencias sobre nosotros. Por ejemplo, el Juez declaró que debo pagar el parte y el VAR dijo que no fue penal. Da lo mismo si cometí o no la infracción o si fue mano o no lo fue.

Dar autoridad significa jugar en ese dominio y aceptar esas consecuencias. Aquí hay un punto práctico bien relevante: yo puedo desconocer la autoridad de alguien, convencido que tengo la razón, pero habrán consecuencias. La razón y la autoridad no siempre están alineados. Un ejemplo clásico, que un carabinero te saque un parte «injusto» porque vio mal; lo que está en juego en esta relación no es quien tiene la razón, sino quien la autoridad: Así, el carabinero tiene la autoridad para sacarme el parte, aunque yo haya tenido la razón. El VAR es una tecnología que busca alinear estas dos variables, pero la autoridad la sigue teniendo el árbitro. Recordemos el gol de Uruguay en la 1a fecha de estas clasificatorias.

• Muy importante, los juicios son temporales, es decir, el poder otorgado a alguien puede cambiar, si cambian las acciones que sustentan dicho juicio. Por ejemplo, cuál es el poder de la selección chilena hoy respecto de la selección chilena del 2010?; en este ejemplo, la temporalidad del poder podríamos verla en los cambios del ranking Fifa.

En síntesis, el Poder es un juicio que depende del observador, quien hace el juicio de poder sobre alguien. Lo importante es que con ese acto, le otorga un determinado poder y actúa en consecuencia con lo declarado. Por ejemplo, si creo que mi sobrino puede manejar, es altamente posible que le preste mi auto. Las posibilidades que se abren son muy distintas a que si tengo el juicio que no sabe manejar. Hay un actuar coherente con la consecuencias, positivas o negativas, que se derivan de tener ese juicio.

Siguiendo los ejemplos del fútbol, jugamos al ritmo que impone el pitazo del árbitro, sólo porque en ese dominio (fútbol) hemos aceptado su autoridad para aplicar las reglas en el partido y solo por ese acto, actuamos en coherencia con todas las sanciones e intervenciones que él realiza. Ocurre de manera similar con las autoridades, con los jefes, con los papás, etc. Ellos pueden tener un cargo que los habilita, pero no necesariamente cuentan con el poder para acometer su tarea.

En los dos capítulos que vienen iremos profundizando en algunos elementos claves para conectar el poder a la gestión y el bienestar personal.

Preparado por Enrique Arias